
Desde ayer el planeta está un poco más vacío.
Ya no tengo a donde ir los domingos en bicicleta a tomar mates fríos y lavados.
Te voy a extrañar viejo feo.
Nadie sabe lo que pasa por mi mente... pienso mil palabras, digo cien, escribo diez y por cada una de las diez quiero gritar otras mil... más o menos.
Desde ayer el planeta está un poco más vacío.
Ya no tengo a donde ir los domingos en bicicleta a tomar mates fríos y lavados.
Te voy a extrañar viejo feo.
Desnudo de palabras, me visto de insomnio e impaciencia. Te busco, te espero y no me encuentro en el lugar donde he quedado. ¿Soy todavía yo? ¿Soy aquel en realidad? Voy estrenando mi tristeza espolvoreándola de dudas impalpables.
Estoy presente en medio de mi ausencia.
Existo a través de todo lo que toco, y manipulo diferentes manifestaciones de mi propia identidad… me autoinvoco y no acudo a la llamada, no tengo tiempo para ceder a mis flamantes cobardías.
La semana pasada barrí del techo de mi casa un montón de moras que habían caído del árbol. Pensé en tirarlas a la basura, pero desde esa altura vi las gallinas de mi vecina Luisa. Puse las moras en una bolsa y las colgué de la medianera pensando en que le correspondía a Luisa dárselas a sus gallinas. Al día siguiente apareció luisa en casa con un frasco de dulce de moras.
Y yo sigo buscando la llave de una puerta que no existe... que tonto.
Quiero dormir y que el mundo se escape por un momento sin pasar por mis ojos, quiero despertar y no ser yo el problema ni la solución de nadie. Quiero respirar mi propio aire sin medir el tiempo ni el espacio de cada exhalación. Quiero caminar por donde quiera y pisar el césped si se me canta, mirar un rato al cielo sin que nadie salga de atrás de un árbol a gritarme “¿En qué pensás?” porque no voy a estar pensando y no quiero explicar por qué no pienso y solo dejo mi mente volar en mil pedazos como un reflejo en el agua. Quiero que cuando por azar me sale alguna bien no venga una seguidilla de cosas que me salen mal. Y no es que hoy esté particularmente susceptible, o que me haya saltado la térmica, simplemente se me planteó el dilema: ¿escribo o me cago puteadas con medio mundo?
Hay un mounstruo habitando mi nombre.
Un golem de hueso
y carne sin memoria.
Una voluntad,
amorfa,
difusa,
que no te sabe,
pero te busca.
Un camino roto
de tanto llevar a ningún lado.
Hay un mounstruo,
que rompe mis ojos,
cuando sale de paseo.