
Desde ayer el planeta está un poco más vacío.
Ya no tengo a donde ir los domingos en bicicleta a tomar mates fríos y lavados.
Te voy a extrañar viejo feo.
Nadie sabe lo que pasa por mi mente... pienso mil palabras, digo cien, escribo diez y por cada una de las diez quiero gritar otras mil... más o menos.
Desde ayer el planeta está un poco más vacío.
Ya no tengo a donde ir los domingos en bicicleta a tomar mates fríos y lavados.
Te voy a extrañar viejo feo.
Desnudo de palabras, me visto de insomnio e impaciencia. Te busco, te espero y no me encuentro en el lugar donde he quedado. ¿Soy todavía yo? ¿Soy aquel en realidad? Voy estrenando mi tristeza espolvoreándola de dudas impalpables.
Estoy presente en medio de mi ausencia.
Existo a través de todo lo que toco, y manipulo diferentes manifestaciones de mi propia identidad… me autoinvoco y no acudo a la llamada, no tengo tiempo para ceder a mis flamantes cobardías.
La semana pasada barrí del techo de mi casa un montón de moras que habían caído del árbol. Pensé en tirarlas a la basura, pero desde esa altura vi las gallinas de mi vecina Luisa. Puse las moras en una bolsa y las colgué de la medianera pensando en que le correspondía a Luisa dárselas a sus gallinas. Al día siguiente apareció luisa en casa con un frasco de dulce de moras.
Y yo sigo buscando la llave de una puerta que no existe... que tonto.